POST ACTUALIZADO: ABRIL DE 2021
“Cómo definir un reto de innovación y no morir en el proceso de creatividad”
Es célebre la frase de Albert Einstein, donde afirma que, si tuviese 1 hora para resolver el fin del mundo, dedicaría 55 minutos a plantear el problema y 5 minutos a encontrar la solución.
De hecho, la fase más compleja del proceso de innovación es plantear retos. Todos pensamos que ya sabemos cuáles son los principales problemas de nuestra organización, y la tendencia natural es empezar a resolverlos y a pensar en ideas.
¿Pero, qué es un reto de innovación? Un reto es una pregunta relevante sobre nuestra organización, un problema o una oportunidad que, si resolvemos, nos puede generar un valor importante. Cuando trabajamos con empresas siempre nos cuesta identificar retos. Estamos tan centrados en el día a día que, encontrar y priorizar aquellas oportunidades que nos podrían lanzar como organización no resulta fácil.
En SDLI tenemos un modelo que nos permite definir retos en tres pasos.
¿Cómo lo hacemos? El proceso de identificar retos se divide en:
Explorar consiste en mirar dentro, mirar fuera y mirar alrededor.
Tenemos que conocer nuestra organización desde todos los rincones y puntos de vista: qué funciona, qué falla, qué hacemos bien y qué debemos mejorar. En este proceso, es importante aplicar la filosofía 360º, preguntar a todos sin excepción; no lo podemos limitar al equipo directivo. Igualmente es importante en esta fase incluir qué hacen en nuestro sector, qué hacen los mejores. Para esta fase el Canvas de Osterwalder es un marco útil.
Ahora bien, si sólo miramos hacia dentro:
Por lo tanto, difícilmente seremos disruptivos. ¡Hay que explorar más!
En este apartado se incluye desde el cliente, pasando por proveedores u organismos públicos, hasta nuestra competencia. ¿Qué piensan? ¿Qué hacen?, ¿ A dónde van?, ¿Qué sienten?, ¿Qué problemas tienen?, ¿Cómo los resuelven? Empatizar con nuestros stakeholders es la mejor forma de encontrar oportunidades (¡Insights!) que nos permitan resolver sus problemas y necesidades. Las fases iniciales del design thinking son la metodología más adecuada para recoger información de los diferentes actores. ¡Ojo! En esta fase es importante bajar al nivel de insights, no quedarnos sólo con necesidades de primer nivel.
El Value Proposition Canvas es muy útil para evaluar la propuesta de valor que ofrecemos a nuestros stakeholders
Ahora tenemos información de qué valor generamos a nuestros stakeholders y qué necesidades tienen, con lo cual ya podemos aproximar qué tipo de valor necesitan y no les estamos aportando. Pero todavía podemos ir más lejos: si nos quedamos en este estadio encontraremos soluciones lógicas a las necesidades, pero seguramente poco diferenciadas. Nos falta un paso, mirar fuera a ver qué pasa.
¿Qué pasa fuera de nuestra empresa? ¿Qué tendencias hay? ¿Cómo trabajan los mejores? ¿Qué hacen en sectores totalmente distintos al nuestro? ¿O en países o culturas muy lejanas? Hay que hacer un panel de tendencias, tecnología, proyectos innovadores y explorar soluciones disruptivas que se están utilizando en actividades, aunque sean muy distintas de las nuestras. Si no lo has hecho, te recomendamos descargar nuestro Mapa de Tendencias SDLI, que te será muy útil para explorar este apartado.
¡Perfecto! Después de este ejercicio (un mes de trabajo como mínimo) y muchas ganas, tendremos montones de inputs que nos pueden ayudar a definir retos.
¿Y ahora qué hacemos con este caos? Pues tendremos que agrupar ideas por conceptos, relacionarlas entre ellas y hacer montones de mind maps. Se trata de conseguir agrupar los inputs en grupos por afinidad, de forma que nos queden, al final del proceso una lista de unos 50 posibles retos. Una vez hecho este ejercicio hay que volver a pasar el filtro, eliminar aquellos grupos que no nos aporten valor, reagrupar aquellos que se parezcan, hasta conseguir una lista de unos 20 retos.
Con esta lista ya podemos empezar a definir retos y priorizarlos.
Ya tenemos una lista de unos 20 retos, y seguro que son importantes para nuestra organización. Pero debemos tener claro que:
A partir del primer borrador del reto, fruto de la síntesis de la síntesis de los distintos inputs, hemos redactado una primera fase explicando el reto, pero una vez más, este trabajo no es fácil. ¿Cómo sabremos si nuestro reto está bien definido? Os presentamos el CTI CHALLENGE TEST INDUCT para validar retos.
Pregunta 1: Tiene los tres elementos clave de un reto?
Si tenemos los tres elementos hemos superado la primera barrera.
Pregunta 2: Es un Proyecto o un problema?
Proyecto: Necesidad que podemos resolver con herramientas y rutinas conocidas, o contratando a un experto. La forma de llegar a la solución está definida.
Problema: No podemos resolver la necesidad con herramientas standard, y debemos aplicar herramientas creativas.
Si estamos hablando de un proyecto, no hace falta que formemos equipos de innovación. En cambio, si estamos ante un problema, ¡vamos bien! Seguimos adelante.
Pregunta 3: ¿A qué nivel está?
Si nuestro reto está a un nivel muy alto, muy general, tenemos que trabajar un poco más, seguramente podemos dividir el reto en partes y encontrar retos más concretos. Trabajar un reto muy genérico lleva a soluciones muy vagas. Aquí te dejamos otro de nuestros artículos para explorar más metodologías que te ayuden en esta definición.
Pregunta 4: ¿Lo explicamos y se entiende?
La última prueba del test es explicar el reto a alguien que no haya participado en el mismo y ver si lo entiende. Si lo hace sin problemas… ¡Hemos superado el test!
Finalmente, sólo nos queda priorizar qué retos vamos a trabajar. Posibles criterios:
Resumiendo: generar retos no es fácil, pero es definitivo para generar proyectos innovadores de calidad. Si quieres inspirarte un poco más, puedes revisar el Mapa de retos post Covid-19, un esquema que desarrollamos para ayudar a visualizar esos grandes retos que tenemos las organizaciones en este momento de transformación. ¡Esperamos que nuestra metodología os ayude a definir retos!
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