A raíz de una conversación reciente con una experta en recursos humanos, y el intercambio de impresiones y experiencias con ella, me he animado a escribir sobre un tema que aún no tienen resuelto más del 99% de las organizaciones: la inteligencia emocional. Podemos definirla como la capacidad de reconocer cuando se están experimentando emociones, tener estrategias para la gestión de las mismas, y para reconocer las emociones de otras personas y responder adecuadamente a ellas.
En Induct trabajamos con varias escuelas y universidades. Todas y cada una de ellas consideran que tienen que mejorar, innovar y ser creativas. Ahora bien, a menudo no están preparadas en cuanto a dinámicas de equipo.
Algunos ejemplos que nos pueden indicar un bajo nivel de inteligencia emocional:
- En las reuniones de equipo, las personas no se miran cuando hablan. También puede suceder que sólo se mire al líder del equipo, pero que no haya otras conexiones cruzadas.
- Relacionado con el punto anterior, los miembros del equipo se distraen con facilidad, con el móvil o con tareas pendientes.
- Las interrupciones durante las discusiones i conversaciones son habituales, dándose situaciones donde unos imponen su opinión sobre la de los otros.
- Cuando se propone algo nuevo, la atmósfera es de escepticismo o incluso reaccionaria.
- El estado emocional de algún miembro del equipo condiciona el desarrollo de las reuniones de una forma continuada, generando dinámicas de baja eficiencia y eficacia del tiempo.
- Quejas constantes y excusas respecto a “otros”: compañeros, alumnos, padres, la sociedad… A menudo estos elementos están fuera de nuestro alcance, así que el debate no conllevará ningún impacto positivo.
- Las creencias y valores personales se exponen como dogma a comulgar por el resto de miembros.
Conseguir un buen clima laboral y un nivel de gestión emocional alto no es algo que busque (solo) el buen rollo y un ambiente agradable. Se trata de alcanzar unas dinámicas de equipo que nos permitan ser eficientes, resolutivos y eficaces para poder afrontar grandes retos.
En un momento de transformación educativa vertiginosa donde cada mes tenemos nuevos conceptos y metodologías (flipped classroom, realidad aumentada, robótica, ABP, inteligencias múltiples, modularización, mindfulness…), necesitamos equipos cohesionados y motivados para gestionar el cambio constante.
Algunos consejos para empezar a trabajar la inteligencia emocional en los equipos:
- Expresar lo que sentimos, siempre con respeto. Para ello, hace falta crear un espacio en las reuniones dedicado a la compartición de estos estados emocionales.
- Respetar las opiniones de los demás y hacer siempre críticas constructivas. Nunca dar un “no” sin alternativa o justificación.
- Enfocar las reuniones y conversaciones hacia la búsqueda de soluciones, y no dilatarse en análisis o confrontaciones infructuosas.
- Trabajar la empatía con los compañeros.
- Felicitar y reconocer los éxitos de los demás.
- “Informalizar” algunos espacios de trabajo. Tanto a nivel físico como discursivo. Siendo siempre rigurosos y profesionales, a veces, relajar los espacios de trabajo compartidos hace que las personas se relajen y compartan más sus sentimientos, tanto los miedos y conflictos como las alegrías y celebraciones.
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