Nos encontramos en un mundo donde el cambio es cada vez más exponencial, impredecible, volátil y complejo. En esta nueva realidad, ya no basta con tener ideas disruptivas a través de metodologías innovadoras. Debemos innovar cada vez más y más rápido y adaptarnos a los nuevos escenarios de manera ágil, por lo contrario, quedaremos atrás en poco tiempo.
En este contexto, las empresas están incorporando la innovación a su core business para mantenerse competitivas. A esto, se suma un abanico de metodologías que aportan velocidad y agilidad, al reducir los tiempos de desarrollo y lanzamiento de productos al mercado.
Estamos frente a una revolución en la que la capacidad de innovación y agilidad para adaptarse a los cambios determinará la supervivencia de las empresas del futuro. Pero esta capacidad no recae en un solo enfoque o filosofía, sino en la combinación y fusión de diferentes técnicas en función de cada caso.
Por este motivo, desde SDLI, proponemos el ciclo de innovación ágil, que nace de la hibridación de las metodologías Design Thinking, Lean Startup y Agile.
El ciclo de innovación ágil utiliza Design Thinking como técnica para romper ideas preconcebidas, Lean Startup como sistema de validación de la propuesta y Agile para acelerar la entrega de valor.
Crear valor que se adapte al cambio no es fácil, pero estas herramientas flexibles ayudan a conseguirlo. A continuación, os contamos cómo encajar estas metodologías para sacar el máximo provecho de cada una de ellas:
Design Thinking es una metodología para generar ideas innovadoras, que se centra en la detección de necesidades reales (retos) y dar solución a esta teniendo siempre presente al usuario. Se puede utilizar tanto para el diseño de nuevos productos, servicios y procesos como para estrategias empresariales. Su punto fuerte es el centrarse en el usuario y extraer sus necesidades reales para así trabajar pensando en su experiencia. Por eso, se propone utilizar Design Thinking en la primera fase de este ciclo y así generar una idea que solucione el problema real del usuario. Por muy buenas ideas que propongamos, si éstas no solucionan una necesidad real, el cliente no las comprará.
Lean Startup nos permite invertir menos recursos (tiempo y dinero) en la fase de desarrollo de la idea de negocio, basándose en tres pilares: aprendizaje validado, experimentación e iteración. La metodología, cuya clave es aprender del cliente potencial cuanto más rápido y barato mejor, sigue el ciclo “Construye – Mide – Aprende”. Propone construir midiendo la reacción y comportamiento de los clientes frente a los productos, y aprender si debemos perseverar o pivotar de idea.
En este enfoque, Lean Startup se introduce en la creación del prototipo de la idea, generada a partir de Design Thinking. La eficacia del prototipo se valida con el cliente potencial, dándole forma de manera conjunta, pudiendo eliminar o agregar aquellas partes que sean necesarias. De esta manera, minimizamos el riesgo o incertidumbre al no basarnos en predicciones y nos ayuda a ser más eficientes en el uso del capital, pudiendo cambiar de dirección y alterar los planes en tiempo real. El Lean Startup pondrá a prueba el producto, de forma continua, antes de su desarrollo y ayudará a entender qué es lo que realmente quiere el consumidor.
La metodología Agile propone un proceso de co-creación, a través del cual, se involucra al cliente en la implementación del producto. Agile surgió gracias a la necesidad de adaptarse y responder al cambio cada vez más rápidamente. Por este motivo, propone un enfoque iterativo y un desarrollo ascendente, a través de una actitud positiva frente a los cambios. No importa en qué etapa del proceso se esté cuando aparezcan cambios, ya que contempla mecanismos para adaptarse rápidamente. De esta forma, Agile optimiza el proceso de implementación aumentando la calidad final del producto. Por ello, esta metodología cierra el ciclo de innovación ágil con la ejecución de la solución, teniendo en cuenta el contexto en el que nos encontramos y aprovechando los aprendizajes que hemos obtenido durante el proceso de cambio.
Design Thinking facilita a las empresas que ya están aplicando Lean o Agile un mejor punto de partida que se centra en analizar la necesidad detectada y el usuario para idear en base a ello. Lean Startup le da agilidad al Design Thinking para la materialización de las ideas y pone énfasis en la constante prueba de la solución. Por otro lado, Agile se centra en la entrega de la solución, permitiendo acelerar la implementación en el mercado y minimizando los riesgos.
La gran ventaja de estas metodologías es que son abiertas y se pueden combinar y adaptar en función del objetivo que se persiga, para conseguir un mejor resultado.
Estamos experimentando una transformación en todos los sectores y a todos los niveles, y debemos adaptar la organización a esta realidad. Tenemos que estar preparados para el cambio, tanto a nivel personal como a nivel empresarial. Ahora, la innovación y la agilidad es la única constante. Ha llegado el momento de transformar nuestro modelo organizativo y productivo, y promover una organización mucho más ágil e innovadora. Aprovechemos el cambio y convirtámoslo en nuestra ventaja competitiva.
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