La mayoría de nosotros nos enorgullecemos de nuestro conocimiento y experiencia, y de mantenernos fieles a nuestras creencias y opiniones…Lo que tendría sentido en un mundo estable. El problema es que vivimos en un mundo que cambia rápidamente, que nos obliga a reaprender. A continuación, algunos datos:
- Solo en 2011, consumiste aproximadamente cinco veces más información por día que 25 años antes.
- En 1950, se necesitaban unos cincuenta años para que se duplicara el conocimiento en medicina. En 1980, el conocimiento médico se duplicaba cada siete años, y en 2010, ¡cada 3,5 años!
Visto esto: ¿qué sentido tiene ser un “experto”? Qué significa ser experto? Por poner ejemplos, algunas de nuestras asunciones más básicas sobre cómo funciona el mundo son directamente incorrectas:
- Plutón no es un planeta;
- Las personas ciegas en realidad se han entrenado para “ver”: las ondas de sonido pueden activar la corteza visual y crear representaciones en el ojo de la mente, de manera muy similar a cómo la ecolocalización ayuda a los murciélagos a navegar en la oscuridad;
- La carne no tiene por qué venir de un animal;
- Las raíces de Cleopatra: su padre era griego, no egipcio;
- Los paleontólogos ahora creen que algunos tiranosaurios tenían plumas de colores en la espalda.
Este es un post inspirado a raíz de la lectura del Think Again, de Adam Grant, obra indispensable de nuestra Biblioteca de la Innovación
Para innovar, no necesitas ser el experto del grupo, ni el más inteligente
Cuando en general reflexionamos sobre lo que se necesita para estar mentalmente en forma y para liderar, la primera idea que nos viene a la mente suele ser la inteligencia. Cuanto más inteligente seas, más complejos serán los problemas que podrás resolver y más rápido podrás resolverlos.
No me malinterpretes. Es cierto. El CI te capacita para resolver problemas más complejos. Pero hay trade-offs, en concerto dos:
- Propensión a caer en estereotipos: Las investigaciones revelan que cuanto más alta sea la nota que obtengas en una prueba de coeficiente intelectual, más probable es que caigas en los estereotipos, porque eres más rápido para reconocer patrones.
- Menor capacidad de cambiar de creencias: Y experimentos recientes sugieren que cuanto más inteligente eres, más te cuesta actualizar tus creencias.
En un mundo turbulento, hay un conjunto de habilidades cognitivas que podrían ser tan o más importantes que el coeficiente intelectual: hoy nos centramos en una de ellas: la capacidad de repensar, desaprender y sobre todo, reaprender.
Reaprendizaje: cuestiona tus conocimientos
Algunos psicólogos señalan que somos unos “avaros cognitivos” (concepto usado por primera vez en 1984 por Susan Fiske y Shelley Taylor): preferimos la facilidad de aferrarnos a los viejos puntos de vista, a la dificultad de lidiar con los nuevos. Pura pereza cognitiva.
Nassim Taleb usa la metáfora del pavo de acción de gracias:
Cuando se trata de nuestro conocimiento y opiniones, tendemos a apegarnos a nuestras ideas. Los psicólogos llaman a esto “incautación” y “congelamiento”. Preferimos el confort de la convicción antes que la incomodidad de la duda. Nos reímos de las personas que todavía usan Windows, pero aún nos aferramos a las opiniones que nos formamos en 1995. Escuchamos más aquellos puntos de vista que nos hacen sentir bien, en lugar de ideas distintas, que nos hagan pensar demasiado.
“Don’t be a know-it-all company, but a learn-it-all company ”
Satya Nadella,
(CEO Microsoft)
Aplicando el pensamiento científico
La capacidad de reaprendizaje pasa por un conjunto de habilidades, pero es también una forma de pensar. Ya tenemos muchas de las herramientas mentales que necesitamos. Sólo tenemos que acordarnos de quitarles el óxido:
- No aferrarnos a nuestras ideas: Cuando estamos en modo científico, nos negamos a que nuestras ideas se conviertan en ideologías.
- Mente abierta de forma activa: pensar como un científico implica algo más que reaccionar con una mente abierta. Significa ser activamente de mente abierta.
- Buscar razones por las que podríamos estar equivocados, no razones por las que debemos tener razón, y
- Revisar nuestros puntos de vista en función de lo que aprendemos.
- Curiosidad por saber qué información nos falta.
Porque el propósito del aprendizaje no debe ser afirmar nuestras creencias, sino evolucionarlas. El pensamiento científico te ayudará, porque prioriza:
- la humildad sobre el orgullo,
- la duda sobre la certeza,
- la curiosidad sobre el cierre de mente.
“That is the dumbest idea I’ve ever heard”
(Steve Jobs, después de escuchar el primer pitch sobre el iphone que le hizo su equipo)
Cómo aplica el pensamiento científico a la innovación
Recientemente, un cuarteto de investigadores europeos decidió averiguarlo. Hicieron un experimento con más de cien fundadores de startups italianas en tecnología, comercio minorista, muebles, alimentos, atención médica, ocio y maquinaria. La mayoría de los negocios de los fundadores aún no habían generado ingresos, por lo que era un escenario ideal para investigar cómo la enseñanza del pensamiento científico influiría en el resultado final.
Los emprendedores llegaron a Milán para un programa de formación en emprendimiento. En el transcurso de cuatro meses, aprendieron temas comunes en este tipo de formaciones:
- crear una estrategia comercial,
- entrevistar a los clientes,
- crear un producto mínimo viable, o
- iterar un prototipo.
Lo que no sabían era que habían sido asignados aleatoriamente a un grupo de “pensamiento científico”, o a un grupo de control. La formación para ambos grupos fue idéntica, excepto que se animó a uno a ver a sus propias empresas a través de las gafas de un científico. Desde esta perspectiva, su proyecto de negocio se convertía en una teoría; las entrevistas con los clientes ayudaban a desarrollar hipótesis; y su producto mínimo viable y prototipo eran experimentos para probar esas hipótesis. Su objetivo pasó a ser el medir rigurosamente los resultados y tomar decisiones en función de si sus hipótesis eran respaldadas o refutadas.
Durante el año siguiente:
- las nuevas empresas en el grupo de control promediaron menos de $300 en ingresos.
- Las nuevas empresas en el grupo de pensamiento científico promediaron más de $ 12,000 en ingresos. Generaron ingresos más del doble de rápido y también atrajeron a nuevos clientes antes.
- Además, los emprendedores a los que se les había enseñado a pensar como científicos, pivotaron de solución con más del doble de frecuencia que el resto.
Es decir, los emprendedores del grupo de control tendían a permanecer comprometidos con sus ideas y productos originales. Era demasiado fácil predicar las virtudes de sus decisiones pasadas, esperando que alguien les comprara.
El nuevo liderazgo: experiencia vs reaprendizaje
Repasemos por último la historia de Blackberry: Mike Lazaridis quedó atrapado en un ciclo de exceso de confianza. Estar orgulloso de su éxito invento era lógico, pero ese orgullo le suposo un grave exceso de confianza. Ese execso de confianza lo desmostró con us apuesta ciega por el teclado por encima de la posibilidad de la pantalla táctil, principal diferencia del iPhone respecto a su propuesta, y que acabó truinfando por encima de BlackBerry.
Seguridad y clarividencia, ¿o duda y lentitud?
En definitiva, solemos celebrar a los grandes empresarios y líderes por ser de mente fuerte, clarividente. Se supone son decisivos y seguros. En otro experimento realizado para cuestionar esta asunción se puso a competir a emprendedores y ejecutivos en torneos para fijar el precio más adecuado para determinados productos en el mercado. La conclusión fue: los mejores estrategas en realidad son los más lentos e inseguros. Como científicos cuidadosos que son, se toman su tiempo para tener la flexibilidad de cambiar de opinión.
Quédate son esto: en la Sociedad De La Innovación, los líderes serán aquellos que tengan capacidad de reaprender de forma ágil, aplicando el pensamiento científico.